Mis madrugadas se llenan de minutos no dormidos
y de sueños que ya no podrán ser.
A veces me ahogo en los recuerdos y en el olvido,
pero el silencio retumba en mis oídos.
Apenas me hago preguntas
y sin embargo ahí están las repuestas.
Me doy cuenta de que no caben más arrepentimientos,
aunque he aprendido que nadie es para siempre.
También se llenan de anhelos
y de estrellas que jamás podré alcanzar.
Me sumerjo en la sinrazón de los sentidos
y me aferro al salvavidas que me ofrece mi alma experimentada.
En ellas no faltan los vistazos atrás,
ni tampoco la ilusión de mirar más allá.
Incluso tengo tiempo de restañar alguna herida
y de comprobar que aun me queda corazón sin dañar.
También están llenas de historias que escribí sin final
y de intentos de no buscarles alguna explicación.
Y aunque otra noche no podré sentir tu piel,
agárrame de la mano antes de volver a caer.
Quiero cerrar los ojos para volver a escuchar tu voz
y para olvidar mis derrotas por la soledad.
“No me faltan las ganas de hacer alguna locura“,
aunque, como yo, esta frase necesita un “contigo”.