Aunque parezca lo contrario, y a pesar de que en algunas de
las noventa y cuatro entradas de este blog escribo sobre el amor, en realidad apenas
he garabateado sobre él.
Apenas he esbozado nada sobre el verdadero… AMOR
Quizás sea porque se trata de una de las sensaciones más
contradictorias que por mí haya bullido. Quizás sea porque me dé miedo. Quizás
porque no lo he conocido en realidad, y en profundidad.
Y entonces, para mi cuasi frustración, intento definirlo con
cada una de estas entradas del blog como algo real, condimentando esta
intentona con mis propias vivencias que prueban hacer del AMOR algo existente, palpable,…
Otras veces, con una simple lectura, plagio los sentimientos
de alguien que en algún momento creyó reconocerlo, de muchos que han vivido durante
un tiempo esas sensaciones mágicas.
Pero con el tiempo me doy cuenta de que únicamente atisbo a
conocer tan solo algunos retazos. También de que no puedo redescubrir lo que
nadie ha descubierto en su totalidad todavía.
Y he llegado a una conclusión: apenas soy
alguien para enfrentarme al poder del AMOR.
Tan grande es este poder que jamás he podido evitar que haya
venido o que se haya ido cuando a él le ha dado la real gana, pues he amado y
desamado sin apenas coherencia, y cuando era, o no, de mi conveniencia.
Muchas veces he tratado de impedir su entrada, o de
retenerlo, cerrando a cal y canto todas las puertas y ventanas. Pero él siempre
ha sido capaz de entrar o salir por cualquier resquicio.
Esta entrada SÍ versa
sobre el AMOR, y sobre que no quiero perder la esperanza de volver a encontrarlo, para pedirle
de rodillas que, si es benevolente, se quede a mi lado el tiempo necesario para
considerar que mi vida no es una decepción.
Y poder creer entonces que estar viviendo
ha merecido la pena.