No se trata de que “deba hacer”, “pueda hacer” o “quiera hacer”,...
Ya he dejado atrás el “debo”.
- Lo hice cuando renuncié a estar casi siempre capitulando a favor de las necesidades de los otros y desatendía las mías.
- Lo hice cuando dejé de esforzarme por vivir según las expectativas de la gente que ni siquiera me importaba.
- Lo hice cuando asumí que todas las comparaciones son odiosas.
- Lo hice cuando supe que en la vida, si no arriesgamos nada, lo arriesgamos todo.
También he dejado atrás el “puedo”.
- Lo hice cuando acepté mi fragilidad, mis defectos y puntos débiles.
- Lo hice cuando admití mis rarezas y excentricidades, mis malas costumbres.
- Lo hice cuando superé los complejos y las tensiones propias de toda persona que sabe que quizás ha alcanzado el techo de su potencial en un mundo que sólo aprueba la perfección.
- Lo hice cuando comprendí que no puedo elegir lo que siento, pero sí lo que puedo hacer con lo que siento.
Y dejé atrás el “quiero”.
- Lo hice cuando dejé de negar la validez de mis deseos no correspondidos.
- Lo hice cuando aprendí, en soledad, a cerrar aquellas puertas que no debía mantener abiertas y a abrir, en cambio, aquellas por las que necesitaba pasar.
- Lo hice cuando comencé a desobedecer lo que mi razón me dictaba.
- Lo hice cuando decidí vivir la vida que soñaba: ser siempre el dueño de mis decisiones y de mi destino.
Ahora me limito a hacer lo que tengo que hacer.
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